La pintura creativa es un método de trabajo artístico en el que trabajamos sobre una idea, un pensamiento o un sentimiento; en el que lo más importante es el proceso que el artista lleva a cabo, a través del cual puede resultar transformado. Se trata de aprovechar el proceso de creación, realizando de este modo, un trabajo personal y emocional a través de la pintura.
Desde el silencio y el respeto por la propia creación (y, cuando trabajamos en grupo, la del resto de los asistentes), empleamos diferentes materiales y pintamos directamente con las manos. La piel es un órgano que, por sus terminaciones nerviosas, facilita una conexión más personal con el trabajo que estamos desarrollando. Esto da lugar a un proceso más profundo de toma de conciencia sobre uno mismo y el cambio que está teniendo lugar.
La consecuencia de este proceso es una meditación en movimiento a través de la pintura que puede ser muy beneficiosa para la persona que pinta, pues ayuda a nuestro cerebro a desarrollar la creatividad y la búsqueda de soluciones en la pintura, revirtiendo en último término en la forma en que afrontamos distintas situaciones en la vida.
La persona aprende a responsabilizarse, hacerse cargo, adquiriendo empoderamiento, confianza y autoestima, siendo ella misma la que regula y gestiona sus procesos psicológicos de una forma más adaptativa y satisfactoria.