Hace unos años me diagnosticaron un cáncer de mediastino en estadio III. No dispuesto a rendirme, investigué varias ramas de la ciencia como la biología molecular, la neurociencia o la epigenética; la ciencia que estudia los cambios genéticos causados por la activación o desactivación de los genes en la expresión del ADN. Esto me llevó a descubrir que somos los máximos responsables de nuestras enfermedades. Cambié mis rutinas tanto físicas como mentales. Ocho meses después mi cáncer había desaparecido. O al menos había dejado de estar activo. Ninguna de las imnumerables pruebas que me hicieron encontraba rastro de él. No es magia. Simplemente ciencia.