¿Cuándo comenzó todo? Pues supongo que, en la infancia, porque hasta donde alcanza mi memoria consciente, crecí, seguramente igual que tú, haciéndome preguntas, buscando en el cielo noche y día, hablando con los árboles y los animales, soñando con un mundo mágico, real y perfecto, un mundo que había visto antes. En ese estado continuo de nostalgia y espera, comencé a recordar (al principio sin saberlo) y a recuperar dones; a darle sentido a este tramo de mi viaje, a mi paso por la Tierra en la vida actual. Al principio no era consciente de que estaba iniciando mi camino de regreso, aún no comprendía lo que ello significaba, simplemente aprendí a confiar y a disfrutar de las causalidades. Y en ese flujo, todo comenzó a rodar a gran velocidad, aprendí a amarme y en consecuencia, mi paisaje interior se mostró claro y limpio ante mí. Ya sólo quedaba sacar esa belleza y mostrársela al mundo… ¡la tarea más complicada! Y para lograrlo, decidí abrirme cada día a las señales, escuchar la voz de mi alma, implicarme en cada proceso de sanación en el que me veía inmersa, vivir en el presente, amar la creación y sobre todo, amarme a mí misma. A lo largo de ésta aventura personal se fue forjando el vehículo en el cual debía circular en éstos tiempos y aparecieron ante mí nuevos caminos que recorrer, a cuál más enriquecedor. Por esas sendas, comencé a caminar de la mano de otras almas que se encontraban a las puertas de descubrirse, de conocerse, de recordarse y amarse. Así, comprendí que el plan de mi alma contemplaba el acompañar a otros y facilitarles las herramientas necesarias para que pudieran emprender sus propios caminos de regreso. Hoy y cada día, trato de descubrirme, conocerme, abrirme, mostrarme y amarme. Hoy y cada día, me siento bendecida por ésta aventura de re-encuentro y despertares constante. Porque no ceso de aprender y adoro reconocerme en ti. Hoy te honro y te amo. Nos amo.