Conectar con nuestra esencia, no es hacer cosas, es esencialmente “no hacer”.
Podemos movernos, hablar, comer, dormir, pero en todo ese movimiento podemos hacerlo desde la paz.
La naturaleza nos habla y en los animales vemos movimiento pero paz en su mirada. No se cuestionan, ni enjuician su propia valía, pero las personas aún estamos en ese camino de auto-reconocimiento.
La vuelta a casa, el regreso a nuestro núcleo se puede hacer en un segundo, sin grandes carreras, sin esfuerzos, sin tiempos, sin metas, sin competiciones, sin prisas…
El único y sencillo paso en el que hay que posicionarse es, en no hacer nada, estar en silencio y tranquilidad.
Es un mirarse sin ver, es un estoy en mí y en el Todo.
También en este mundo espiritual hay prisas, revolución, hay metas, hay yo quiero ser como el otro…Yo quiero tener muchos niveles, diplomas, accesos, conocimientos… pero, ¡la sabiduría que todo lo sabe ya la tenemos dentro!
Es beneficioso tener referencias de otras luces, de otras energías, el mirarlas, experimentarlas, compartirlas y disfrutarlas, pero sólo para reconocerte desde ti hacia ti mismo o misma.
En verdad, los terapeutas simplemente somos compañeros de viaje, de camino, de apoyo, pero no somos los pies con los que caminas, o el corazón con el que sientes, y ni siquiera la mente con la que piensas, por eso, de vez en cuando, conviene recordarnos que somos Vacío Pleno y que conectarnos unos momentos al día con esa, nuestra Esencia, nos hará no perder nuestro núcleo de perfección, que no es otro que, somos, hemos sido y seremos perfectos, eternos y sabios innatamente, sin esfuerzos y ni necesidades.
Te invito a hacer esta reflexión y a equilibrar lo que creemos que necesitamos, a qué ritmo lo necesitamos y con qué premura lo necesitamos.
Caminemos a un compás tranquilo, lejos de las ansiedades y estrés, con esta sencilla forma: adentrarnos en unos minutos de silencio y paz con nosotros mismos, una o varias veces al día, lo que deseemos para recobrar nuestros ritmos y bienestar.
El dicho “todo llega y todo pasa” nos conecta con un momento fluido, tan fugaz, que nos ubica irremediablemente en el presente, en la no preocupación por el futuro, en la “no libertad” de sentirse tan atrapado, que hay que salir corriendo, ¿pero a dónde?
Movernos a toda prisa, nos acerca a energías de vulnerabilidad, de impotencia y de impaciencia.
Calmemos nuestros pasos, nuestras palabras, nuestros “quiero”, “necesito”, “tengo que..”.
¡Calma!, somos divinamente atendidos por nuestra propia divinidad.