EL SÍNDROME DEL GEMELO SOLITARIO

Cuando dos gemelos comparten el vientre de su madre y solo uno de ellos nace.

Publicado por RABIOSO ARREPENTIDO | 13/12/2022 | 9'

 

En primer lugar, antes de ir al asunto que deseo compartir, quiero comunicar que me he permitido liberarme de la exigencia de aportar documentación científica oficial que corrobore la información que voy a proporcionar. Mi intención es darle visibilidad, de forma breve, clara y concisa, a un tema que ha sido para mí un antes y un después descubrir; invito al lector a que no se tome este texto como una verdad absoluta y que, si le interesa profundizar, contraste como desee.

 

EL TRAUMA Y LA PSICOLOGÍA

A modo de introducción no está de más explicar que desde la psicología y el psicoanálisis ha habido una inercia, hasta hace poco, de investigar y abordar eventos traumáticos de un cliente que acude a consulta sólo desde su nacimiento hasta la actualidad.


Recientemente han aparecido corrientes terapéuticas que han ido más allá y se ha podido constatar que estamos muy condicionados no solo por nuestro pasado individual, sino también por el pasado de los sistemas de los cuales provenimos, cobrando especial relevancia nuestra familia de origen.

Carl Gustav Jung, por ejemplo, ya plasmó esta ampliación de la mirada y abordaje terapéutico con su teoría del inconsciente colectivo. Hay mucha literatura sobre ambas corrientes y considero que no procede extenderse más sobre este tema pues haría que este texto fuese más denso de leer.

Lo que sí quiero aclarar es que todo cuenta, tanto lo acaecido en lo individual como en lo colectivo, es conveniente darle su lugar a todo.
 

 

LA VIDA INTRAUTERINA

Y como todo cuenta, me gustaría señalar hacia un ángulo muerto donde no suele llegar la mirada del retrovisor: la vida intrauterina. Se suele decir que el primer trauma de nuestra vida es nuestro nacimiento. ¿Y si no fuera así? ¿Y si en nuestra gestación también han podido ocurrir eventos traumáticos de igual o mayor intensidad para el bebé que el parto? Desde una perspectiva estrictamente racionalista se le puede quitar importancia, pues se suele creer que como ese organismo no tiene una consciencia desarrollada, lo que le pasa no le afecta. Nada más lejos de la realidad, se ha comprobado que aquello que nos ocurre en nuestro periodo gestacional nos afecta y se queda instalado en lo más profundo de nuestra psique.
 


Los expertos en trauma psicológico han descubierto que estamos preparados para superar cualquier evento traumático, para ello es muy importante la fase de sostén del trauma en los momentos posteriores a su suceso.

 

Los síntomas “negativos” que siguen apareciendo años después del evento traumático son las consecuencias de un procesamiento disfuncional de la experiencia traumática, eso desagradable que ocurrió no fue sostenido, el organismo sigue estando alerta y no confía en la vida.


 

Aprovechando el ejemplo del parto: si justo después del nacer un bebé, antes de cortar el cordón umbilical, es llevado a los brazos de mamá, el contacto amoroso, íntimo y cercano con ella sirve de sostén sanador, y a pesar del trauma, el niño se siente integrado y fortalecido.
 

Hecha esta pequeña introducción os pongo en situación:
 

 

EL GEMELO SOLITARIO

Imaginaos que alguien desde que es concebido viene acompañado de al menos otro organismo vivo como él y comparten un espacio nutricio en el que interactúan agradablemente. Pasado un tiempo, supongamos que 10 semanas, se para la actividad vital de uno (o más de uno) de los organismos y poco a poco es absorbido por el sistema inmune de la madre, quedando sólo un superviviente, el cual, a partir de ese momento experimenta en soledad la vida intrauterina hasta el nacimiento (las 32 semanas restantes).

Ese evento no queda grabado en su memoria intelectual, pues no tiene desarrollado todavía su cerebro racional. Aún así, sí que se sabe que la estructura emocional se empieza a desarrollar muy temprano en un feto, de manera muy simple y primitiva un organismo así ya siente. Hay algo más a tener en cuenta: la memoria celular y, para aquellos que creemos que somos mucho más que materia, también está el alma, con toda su capacidad de amar de la forma más pura.

De una manera o de otra un suceso así es vivido con un dolor enorme para ese organismo superviviente, por muy poco desarrollado que esté. La vida con la que estaba fusionado y unido ya no está, y esto es algo muy significativo a señalar. Los que son concebidos sin la compañía de gemelos ni mellizos establecen su fusión de forma natural con el ser que lo contiene y nutre: su madre, de la que luego se “desfusionarán” en los primeros meses o años de vida.

En el caso de los gemelos la fusión entre ellos precede a la de su madre (muchas madres de gemelos hacen el siguiente comentario: “están tan a gusto entre ellos que parece que no me necesitan”). Un gemelo solitario se queda con una gran dificultad para individualizarse.

 


Fotografía de Anne Geddes.

 

El feto se va desarrollando, supera el periodo gestacional, nace como un precioso bebé y ahí comienza su nueva aventura con un gran peso en su mochila, el dolor no procesado de la pérdida de su otro yo, un gran trauma no sanado. Llegado a la edad adulta sigue sin comprender qué le pasa, por qué va de terapia en terapia y no progresa; se sigue preguntando quién es verdaderamente, continúa sintiendo lo mismo que ha sentido toda su vida, un gran vacío existencial, que le falta algo, que tiene mucha hambre de búsqueda pero que lo que encuentra no le satisface.

 

Este es un ejemplo aproximado de lo que le puede pasar a un gemelo solitario, tanto el origen como las consecuencias del síndrome son más detallados y complejos de lo que he expuesto. Según los primeros estudios que se hicieron sobre este tema, un 10% de la población estuvo acompañado de un hermanito (o más) durante una parte del embarazo, hasta su fallecimiento, y la gran mayoría no lo sabe. Según se van haciendo más estudios el porcentaje va subiendo.
 

A continuación se enumeran diferentes tipos de huellas que se quedan grabadas en el sentir y pensar de un gemelo solitario a un nivel profundo en su psique. El siguiente listado está extraído del libro “El gemelo solitario” de Peter Bourquin y Carmen Cortés.

 

 

HUELLAS EN EL SENTIR:      
 

  • Sensación de vacío. Les falta algo o alguien y no encuentran la manera de llenar ese agujero negro en su alma. Este vacío le acompaña incluso aunque la persona aparentemente tenga todo en su vida, como un buen trabajo, pareja e hijos, una casa bonita, etc.
     
  • Como consecuencia, sienten un anhelo de algo que en su memoria se parece a un estado completo y paradisiaco. Esta añoranza de algo perdido, algo que no encuentran ni en el presente ni en el futuro, lo acompaña a todas partes, lo que puede causarles además una sensación de descontento sin razón aparente.
     
  • Un sentimiento de soledad le es inherente. Se quedó solo al haber perdido a la persona más cercana, que a la vez ha sido la primera relación para él. Dependiendo de los futuros acontecimientos de su vida, sobre todo de cómo sea la relación con la madre durante los primeros años, este sentimiento puede acentuarse o suavizarse, pero no desaparece.
     
  • Hay una melancolía o tristeza de fondo que, aunque puede ser apenas perceptible en etapas de felicidad en sus vidas, sigue ahí y se hace presente siempre de nuevo. En unas personas este sentimiento puede tener la forma de una profunda tristeza que roce la depresión, mientras que para otras puede ser un sentimiento de dulce melancolía en el que se habite casi con gusto. Sin saberlo, tienen un duelo pendiente por la muerte de su gemelo.
     
  • Muchos tienen un sentimiento de culpa. Su origen es que en su momento llegaron a la conclusión de ser culpables de la muerte de su gemelo, lo que con el tiempo se ha transformado en un sentir general. Por eso, en su vida se sienten culpables con facilidad aunque no sepan el porqué. Para algunas personas se manifiesta más bien como un sentirse responsable de los demás. En consecuencia no sienten culpa sino una hiper responsabilidad que les hace sentir responsables del bienestar de todos.
     
  • En algunos gemelos supervivientes se desarrolla un enfado. Es el enfado natural de un niño ante la vida perdida, la sensación de que “¡Me dejaste solo, por eso estoy enfadado contigo!” Los niños habitualmente no pasan por un proceso de duelo sino que se quedan en este enfado, que con el tiempo pueden llegar a generalizar, enfadándose con su entorno y con la vida misma.
     
  • Sienten que son diferentes. Se dan cuenta de que algo les pasa, de que sus sentimientos y pensamientos no encajan en su situación actual y no se entienden. Esto les lleva a pensar incluso que son unos “bichos raros”. Tal y como lo expresó una participante en un taller: “en mi infancia sentía que todos hablaban en chino, mientras yo hablaba japonés”.

 

 

HUELLAS EN EL PENSAR. CREENCIAS:      
 

  • Yo tengo la culpa.
  • Debería haberme muerto yo en lugar de él.
  • No hay nadie para mí.
  • Voy a perder las personas que quiero.
  • No tengo derecho a estar en la vida.
  • Tengo que ganarme la vida esforzándome por dos.
  • La vida sólo quita.
  • En cualquier momento puede pasar algo malo.
  • No puedo con la vida.

También se quedan marcadas huellas en su actuar, su comportamiento y sus rutinas, Por ejemplo, muchos recuerdan que en su infancia tuvieron objetos especiales como muñecos o peluches al que le tenían un cariño especial, otros dicen haber tenido amigos imaginarios. En la vida adulta muchos trabajan por dos, compran las cosas a pares, etc.

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