La mujer de origen Celta era criada de igual manera que los hombres. A diferencia de otras culturas antiguas, tenía el derecho a elegir a su compañero y nunca podía ser forzada a una relación que no quisiera. Cumplidos los 12 años ya podía elegir esposo: la muchacha elegía a su preferido por sí misma, ofreciéndole agua al chico para lavarse las manos. Este gesto implicaba que ya estaban casados. Las mujeres celtas podían casarse con más de un hombre y trabajaban para ganarse su sustento. Eran excelentes amantes, inciadoras sexuales en una sociedad donde el sexo no era considerado tabú, ni pecado ni deshonroso. También las había magas, madres, amas de casa y muchas también guerreras, medio brujas, medio amazonas.
A este respecto podemos citar relatos de antiguos enemigos de los celtas cuando hablaron del arrojo en combate de sus mujeres: “Mujeres que en la guerra precedían a los hombres en la lucha, a veces como fieras desnudas gritando y aullando, haciendo sonar diversos utensilios, empuñando teas e imitando a la diosa guerrera “La Morrigan” con sus hechizos para la victoria”.
Si era preciso, mostraban sus nalgas como ademán despectivo al enemigo, al puro estilo celta. Si durante la batalla, su hombre caía herido o muerto por las armas enemigas, ella lo reemplazaba en la lucha. Amiano Marcelino, un antiguo militar romano que vivió en el siglo IV, escribió sobre la mujer celta lo siguiente: "El cuello hinchado, los dientes rechinantes y blandiendo los enormes brazos cetrinos, daba puñetazos a la par que patadas, como si fueran los proyectiles de una catapulta".
En otra ocasión hizo referencia a su coraje: "Una patrulla entera de extranjeros, no podría resistir el ataque de un sólo celta si este se hiciera acompañar y ayudar por su esposa. Estas mujeres son generalmente fortísimas, tienen los ojos azules y, cuando se encolerizan, hacen rechinar los dientes y, moviendo sus fuertes y blancos brazos, comienzan a propinar formidables puñetazos, acompañados de terribles patadas". Publio Cornelio Tácito, historiador romano escribía que los celtas eran a menudo conducidos a la batalla por una mujer.
El mismísimo Julio César llego a citar: "Una hembra celta es una fuerza peligrosa a la que hay que temer, ya que no es raro que luchen a la par de sus hombres, e incluso mejor que ellos".
Según las leyes celtas había hasta tres sistemas diferentes de situación económica de los miembros de un matrimonio:
- Si el hombre y la mujer tenían el mismo dinero, había igualdad de condiciones, independencia jurídica y económica de uno respecto del otro.
- Si la mujer tenía menos dinero estaba en un rango inferior respecto del marido.
- En el caso de que la mujer tuviera más dinero, ella era cabeza de familia indiscutible. El marido carecía de autoridad y se le llamaba entonces "hombre bajo el poder de una mujer", denominación que no significaba deshonra alguna.
Cuentan que a las niñas les enseñaban lecciones para crear y fortalecer su autoestima y para saber moverse en las imprevisibles arenas movedizas de las emociones y el amor. La primera lección era:
"Ama a tu hombre y síguelo, pero solamente si ambos representan para el otro lo que la Diosa Madre enseñó: Amor, compañerismo y amistad".
Nunca permitas que ningún hombre te esclavice: naciste libre, para amar y ser amada, y no para ser esclava.
Nunca permitas que tu corazón sufra en nombre del amor. Amar es un acto de felicidad, no de sufrimiento.
Nunca permitas que tus ojos derramen lágrimas por alguien que nunca te hará sonreír.
Nunca permitas que el uso de tu cuerpo sea coartado. Tu cuerpo es la morada del espíritu, jamás lo aprisiones.
Nunca te permitas estar horas esperando a alguien que nunca te esperaría.
Nunca permitas que tu tiempo sea desperdiciado con alguien que nunca tendrá tiempo para ti.
Nunca permitas gritos en tus oídos. El Amor es lo único que puede escucharse mas alto.
Nunca permitas que los sueños de otros se mezclen a los tuyos, transformándolos en pesadillas.
Nunca creas que alguien pueda volver, si nunca estuvo presente.
Nunca permitas que tus pies caminen en dirección de un hombre que viva huyendo de ti.
Nunca te pongas bonita por fuera para hombres que no sepan mirarte por dentro. Aunque realmente, no tienes la necesidad de ponerte bonita en ningún momento. Ya eres bella tal y como eres.
O mira, mejor: Haz lo que realmente quieras y deseas, que ya eres mayorcita, que todas las emociones son dignas de ser vividas, incluso las que llamamos negativas, porque tu corazón ya sabe muy bien lo que tienes que hacer en cada momento, él te guía mejor que nadie. En fin, qué voy a contarte yo a ti, si ya eres una diosa.