Los que caminamos por los senderos del despertar de la conciencia descubrimos muchas veces situaciones de nosotros mismos que nos sorprenden y nos descolocan, sin saber cuál es el siguiente paso que debemos dar. Descubrimos a nuestra propia mente poniéndonos trampas a nosotros mismos, en un complejo y planeado auto boicot.
Hace un tiempo que descubrí cómo mi vida sentimental había estado siempre decidida por mi propias creencias, por mis propias decisiones, a pesar de que siempre había pensado que tenía "mala suerte" en el amor, o que las demás personas eran incapaces de percatarse de mi valor, que no me querían porque eran ignorantes o necias. Y llegados a este punto se hacía obvio el festival mental que se estaba produciendo en mi cabeza...
¿Cuántas veces esperé a que la persona que encontraba en mi camino cumpliera las características que yo decidí que eran las adecuadas para que me amase? ¿Cuántas veces puse toda mi ilusión en que la otra persona cumpliera mis propias condiciones? Porque si esa persona, además de cumplir esas condiciones, me amase, o aparentara que me ama, entonces me podría al fin sentir amado. ¡Aunque en realidad no me amase! (Esto último es tremendo...)
Si me encontraba a una persona en mi camino me quedaba mirándola detenidamente, estudiando su apariencia, su físico, analizándola por aquí, por allá, en esta situación, en esta otra, para ver si cumplía las condiciones que yo elegí que me hicieran sentirme amado. Y si descubría que no las cumplía, entonces no me sentía amado... aunque en realidad me amase. (Y esto último vuelve a ser tremendo...)
Me doy cuenta de que algunas de esas condiciones para sentirme amado me son impuestas por mi biología. Me da la sensación, al menos, de que no las puedo elegir. Pero si las observo desde la neutralidad y detenidamente, podré ver que estas condiciones "impuestas", tampoco son tantas. Y además son muy poco exigentes. No piden demasiado para ser satisfechas.
¿No son entonces la felicidad o la tristeza que pueda provocar el sentirme o no amado, consecuencias de mis propias decisiones, de mis propias creencias? ¿No soy yo quien decido en última instancia quién me hace sentir feliz y quién no? Si una persona A y una persona B me aman con todo su corazón, sólo sentiré el amor de la persona que cumpla mis condiciones. El amor de la otra persona no me importará, lo bloquearé, sacaré mi coraza más ferrea para no sentirlo, porque a alguna parte de mí no le agrada sentir algo bello por aquellas personas que no cumplen mis condiciones.
(No sea que si siento algo bello por esa persona, descubra que las condiciones que decidí que son necesarias para sentirme amado son, en realidad, absurdas y que por lo tanto mi identidad, el personaje de mí mismo que he construido en base a mis creencias, también lo es).
Y si ninguna de las dos personas cumple lo que yo he decidido que es lo necesario para poder sentirme amado y valorado, me sentiré entonces desdichado, desgraciado y creeré que nadie me quiere. Cuando en realidad sé que eso no es verdad. Me creeré mis propias mentiras y me sentiré triste por las consecuencias que en mi mente provoca mi propia decisión.
Y lo peor de todo es que, aún haciéndome consciente de que todo este proceso mental es un absurdo, corro el riesgo a repetirlo la próxima vez que me encuentre a alguien. Porque una cosa es hacerse consciente de ello y otra diferente es poder superar el miedo que supone soltarlo.
Sí, esta vez sí. Llegó la hora. Es momento de soltar mis creencias, hora de afrontar y vivir el miedo, para poderlo vencer...